A diferencia de la mayoría de nuestros alimentos, en muchos países, la ley no exige que los fabricantes de cerveza, destiladores y vinicultores detallen las calorías en las bebidas que contienen más del 1,2% por volumen de alcohol. Esto podría llevar a un error común de concepto de que las bebidas alcohólicas no contribuyen significativamente a la ingesta calórica diaria de una persona. Los estudios han demostrado que la mayoría de las personas no se dan cuenta de cuántas calorías están ocultas en sus bebidas.

Es importante destacar que, para algunos, estas calorías son esencialmente vacías y no ofrecen ningún valor nutricional. Para poner esto en perspectiva, el alcohol tiene casi el doble de calorías por gramo que los carbohidratos y las proteínas.

Para administrar su ingesta de calorías de manera efectiva, es aconsejable buscar la orientación de un profesional de atención médica o nutricionista que pueda ayudarlo a tomar decisiones informadas que cumplan con las pautas recomendadas.

Si bien muchos pueden ser conscientes del concepto de “calorías ocultas”, en realidad hay varias maneras en que el alcohol puede afectar su apetito.

1. Comportamientos impulsivos: Para muchas personas, el alcohol puede desencadenar comportamientos impulsivos que afectan los hábitos alimenticios. Beber compulsivamente, caracterizado por consumir una gran cantidad de alcohol en un período corto, puede provocar atracones de comida, que implica consumir cantidades excesivas de alimentos en un corto plazo. Esto se debe en gran medida a la falta de inhibición que el alcohol a menudo produce. Además, a pesar de que el alcohol es una fuente de calorías, envía retroalimentación al cerebro que aumenta nuestro deseo de comer a medida que nuestro cerebro entra en “modo de hambre evolutivo”. Esta estimulación del apetito nos hará más propensos a comer en exceso.
2. Digestión: El alcohol puede tener efectos adversos en la digestión y la absorción de nutrientes, lo que puede provocar desequilibrios hormonales que aumentan el apetito. Por ejemplo, el alcohol puede interferir con el funcionamiento normal de la leptina y otras hormonas reguladoras del apetito, lo que provoca un aumento de la sensación de hambre y una reducción de la sensación de saciedad. Esta alteración hormonal puede hacer que las personas sean más propensas a comer en exceso y contribuir al aumento de peso.
3. Sueño: Además, el impacto del alcohol en el sueño no puede ignorarse. Las alteraciones del sueño causadas por el alcohol pueden alterar el equilibrio hormonal del cuerpo, contribuyendo aún más al aumento del apetito y al aumento de peso. Si bien el alcohol puede inducir inicialmente la somnolencia, puede alterar el ciclo del sueño, causando más despertares durante la noche y reduciendo la calidad general del sueño. Estas alteraciones del sueño pueden afectar negativamente el equilibrio hormonal del cuerpo, particularmente en hormonas como el cortisol y la grelina. Estas hormonas controlan cosas como el estrés y el hambre. El aumento de los niveles de cortisol (estrés) puede estimular el apetito, y los niveles más altos de grelina se asocian con un aumento del hambre. Por lo tanto, la mala calidad del sueño como resultado del consumo de alcohol puede provocar un aumento del apetito y una mayor probabilidad de comer en exceso, lo que contribuye en última instancia al aumento de peso.